Diario de Gea

IMG-20170404-WA0002

Hay un refrán que afirma que rectificar es de sabios. «Errare humanum est», y esas otras pamplinas.


Diario de a bordo de Gea. 26 de diciembre.
Juro que no era mi intención. Pero, con el diario en mis manos, he sentido una honda alegría, una que hacía tiempo que no tenía y que venía de muy dentro. Lo cierto es que me ha emocionado. Lo he tocado despacio, casi con reverencia. Era regio y suave al tacto ¡Y totalmente mío! Eso ha hecho que una especie de orgullo me llenase. ¿Cuántos cuadernos garabateados habré desperdiciado en mi otra vida? Incontables. Sin embargo, aquí, que cualquier cosa es un bien precioso, un libro resulta todo un tesoro. ¡Hojas vacías para llenar con lo que siento!

El problema ha sido cuando he querido comenzar a escribir. Me he dado cuenta de que, a pesar de lo difícil que es emborronar algo por aquí sin un boli Bic, en estos meses he aprendido a apañarmelas con tinta y pluma. No voy a mentir, algún que otro pescozón ya me he llevado cuando se me ha caído, sin querer, un borrón en las traducciones, aunque día a día voy mejorando. La práctica hace al maestro, diría mi madre. No obstante, siempre que escribo, todos los artilugios que necesito se encuentran en el camarote de Silva, guardados en un arcón bajo llave y, sin su permiso, no me atrevo a llevarme nada. No quiero romper las normas: en este lugar si se roba, el Código dicta que te corten la mano. Y las mías me gustan bastante. Las dos, debo añadir.

Al buscar al Capitán me han dicho que hacía un rato que había abandonado la isla. ¡Dios, qué mala costumbre está cogiendo! Parece que lo hace a propósito. Ya ha vuelto a desaparecer. Y por aquí nadie guarda lo que yo quiero.

Por eso, cuando he visto venir a mi pequeño compañero, con una pluma y un bote de tinta en la mano, me ha conmovido. Filibustero, con un poco de vergüenza, me las ha entregado y me ha dicho bajito (así habla él para que no se note que está afectado): “Me las ha otorgado el Capitán para vos, piensa que, tal vez, podáis hacer buen uso de ellas». ¡Qué ganas de abrazarle me han dado! Es mentira que se las haya dado Silva; a él, estoy segura de que esos detalles se le han pasado. El bote para la tinta lo conozco. Mi amigo el cocinero lo había reservado y lo cuidaba con esmero. Aquí no abunda el cristal, y pensé que era para sus ungüentos.

Ha sido gracias a él que me he decidido a poner todo lo que me ha ocurrido, hasta ahora, por escrito. En este lugar existen demasiados puntos débiles para atacarme, muchos más que cualquier cosa que ponga en un papel, y con mi vida siempre pendiendo de un hilo, no sé si sobreviviré a tanta aventura. No soy tonta, en este tiempo cualquier enfermedad o enfrentamiento puede ser el último y, tal vez, todo lo que he pasado pueda ayudar a alguien, o si no, al menos, a que no caiga en el olvido. Así que me he decidido, puede que sea una locura, pero voy a escribir mi diario. Eso es. Tengo muy claro a quién va a ir dedicado. Voy a sincerarme y a dejar mi legado.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *